Hoy toca cómic europeo, y con el clásico de los clásicos: el último álbum de Astérix y Obélix (el 39, ni más ni menos): Astérix tras las huellas del Grifo. Los intrépidos galos se trasladarán a territorio Sármata, actualmente una zona entre Rusia, Mongolia y Kazajistán, a evitar que enviados del Imperio Romano, que nunca ha llegado tan al Este, se hagan con el mítico Grifo.

Es difícil valorar los álbumes posteriores al guionista y creador original, René Goscinny. Era un tipo que tenía “genio”, y hacía siempre trabajos muy frescos y divertidos. Desde que falleció, Uderzo, el dibujante, tomó el relevo durante muchos álbumes, y se evidenció un bajón en el guión. En 2008, Albert Uderzo decidió parar. Pero Astérix continuaba siendo una máquina de hacer dinero, y se nombraron sus sucesores: Jean-Yves Ferri y Didier Conrad.
Le tengo un cariño especial a la serie, no lo puedo evitar. No en vano soy de los muchos que han aprendido a leer con estas “Bande Déssinées”. Además he tenido la suerte de leerlos en su idioma original, el francés, con el que se juega mucho en la serie, dando verdaderos dolores de cabeza a sus traductores. Tampoco soy ya el público objetivo, aunque, reconozcámoslo, muchos de sus lectores actuales son los niños de entonces.

Astérix se vendió a los romanos
Eso hizo Uderzo al vender los derechos a la editorial Hachette según su propia hija. Y aquí viene el dilema: “lo que funciona no lo toques” decía aquel. Y Astérix, por méritos de sus autores actuales o por nostalgia, continúa funcionando como un tiro. De hecho, se imprimen mundialmente 5 millones de ejemplares de cada nuevo álbum.
Y sin embargo, se nota encorsetado. Los dibujos podría haberlos firmado Uderzo perfectamente, quizás son ahora más refinados, limpios y definidos, con un mayor detalle. Y el guión continúa basándose en los juegos de palabras, las caricaturas y estereotipos nacionales, los personajes carismáticos y las dinámicas sociales. Se siguen encontrando algunas referencias a la actualidad, pero la serie no evoluciona ni se arriesga, lo cual hace de su lectura una experiencia casi inocua para un adulto. Cada nuevo número no aporta gran cosa, vamos… Quizás arriesgar con visiones personales de autores reconocidos de los personajes en una serie paralela daría sus réditos artísticos, pero no parece que se esté por la labor de innovar en este sentido.
En fin, Astérix tras las huellas del Grifo es un álbum que se lee fácilmente, donde tendremos más de lo mismo, que no es poco. Aunque la serie no ha sabido evolucionar junto a sus lectores originales, al tiempo que, quizás, no se adapta a lo que buscan los niños de hoy. Mientras venda lo que vende, no habrá problema…
